Emoción y calor familiar durante una visita a Capracotta, un milenario pueblo entre montañas.

Hace cinco años, Antonio Virgilio Castiglione*, envió al periodico “Clarín” una síntesis de su viaje a Capracotta, en el año 2008, sin ninguna expectativa de ser publicado. Domingo, 6 de junio, resulta que fue publicado en el suplemento “Viajes y Turismo” del diario Clarín.

Hacía mucho que soñaba con conocer el pueblo de mis antepasados. Por fin, cinco años atrás pude cumplir ese sueño: con mi esposa pasé tres días maravillosos en Capracotta, fundado hace más de 1.250 años entre las montañas de Isernia, en Molise, a 200 km de Roma, Italia.

Angelo Conti –con quien tenemos un tatarabuelo en común– y su familia nos hospedaron en su casa. Su atención fue extraordinaria. Cuando nos pasearon por el pueblo y los alrededores, nos impresionaron el bello paisaje, los molinos de viento que generan energía eólica, los tratturi – senderos que durante siglos se utilizaban para trasladar las ovejas en invierno para pastar desde lo alto de la montaña, en Capracotta, a la zona baja de Puglia– y chozas de piedras donde los pastores se guarecían.

En la Comuna, que funciona en un palacio del siglo XVI, nos recibió amablemente el intendente, nos obsequiaron libros de fotografías y de historia de la ciudad y nos hicieron conocer el Palacio y la sala del Consiglio.

Conocimos las viviendas en las que en 1857 nacieron mis bisabuelos y a mucha gente, entre ellos algunos parientes lejanos que nos invitaban a sus casas. Nuestros interlocutores nos preguntaban sobre la Argentina, nuestros antepasados emigrantes y su vida en Sudamérica. En todas las casas nos llamó la atención cómo apilan desde el verano la leña, para encender las chimeneas durante el invierno. Visitamos la iglesia de Santa María, el Santuario de la Madonna de Loreto (protectora de los viajeros), de 1664, y el Monumento al Emigrante.

Pero lo más emocionante sucedió el último día. Desde algunos pueblos vecinos se organizaron y 16 personas viajaron a Capracotta en tres vehículos. Antes se habían contactado con nuestros anfitriones para avisarles que llegarían a la mañana. Nos preocupaba pensar que tanta gente llegaría al mismo tiempo a la casa de la familia que nos hospedaba. Tuvimos una larga charla familiar, nos sacamos innumerables fotos y nos invitaron a almorzar. Asistieron los parientes de Baranello, Campobasso, Pollutri y hasta de Roma. Debo confesarles que al intentar agradecerles la invitación se me hizo un nudo en la garganta. No pude hablar y lloré de la emoción por estar con esa gente, que, si bien no conocía, tenían raíces comunes con nosotros.

Descubrí que Nunziatina es el miembro de la familia que en Italia –como yo aquí– se ocupa de juntar y archivar documentos, cartas, fotografías y antecedentes en un libro sobre la inmigración italiana en Argentina.

* Antonio Castiglione es abogado y magister en Dirección de Empresas de origenes capracoteses. Vive en la ciudad de Santiago del Estero y viajó en 2008.